16/6/08

Niño inquieto


Era un niño inquieto. Se divertía fabricando barquitos de papel de periódico que volaban por encima de la ropa tendida y aviones de lata de refresco que surcaban, durante travesías peligrosísimas, el plato de ducha de su casa.
Salía corriendo cada mañana, casi sin desayunar, y en clase se inventaba lápices de colores inauditos y libros repletos de dibujos para poder estudiar especies nuevas de insectos que aún ni siquiera existían. En el colegio tenía fama de buen estudiante, y solía poner deberes a sus profesores. Subía los escalones de dos en dos para adivinar las preguntas de los exámenes y siempre acertaba.

Disfrazaba a sus amigos de todo aquello que pudiesen imaginar. Perpetraba atuendos disparatados con ramas y hojas del bosque, con la ropa de armarios en desuso, con las gafas aparatosas de su abuelo. Inventó un astronauta con los muelles de un colchón, una princesa encantada con alpargatas usadas o un lagarto llorón de piel sintética.

No pudo evitar enamorarse de la vecina cotilla del cuarto. Le recordaba a una cantante de ópera que siempre se olvidase los rulos para salir a cantar canciones horrendas ante un teatro repleto de mendigos. Le pedía autógrafos cuando fregaba la escalera. Llegó a escribir el nombre de ella en la luna… ‘Margarita’. La luna se llamó Margarita desde entonces.




Primera ilustración María Colomo
Texto Jorge Caballero
Segunda ilustración Ana Yael

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